Verificación contable o auditoría

 

Esta etapa se produce como consecuencia especialmente de la reflexión suscitada con motivo de las crisis bancarias.

Influyó fuertemente el hecho de que en muchas crisis bancarias se había ocultado o falseado la información por parte de las entidades, tanto la de carácter público como la reservada para el supervisor.

Lo anterior, llevó a la conclusión de que era necesario centrar los esfuerzos en la verificación de la información, sobre todo la de naturaleza contable, con el fin de evitar que la información no fuera confiable y las crisis y los problemas permanecían ocultos hasta que era demasiado tarde para tomar alguna medida correctora.

Simultáneamente, la experiencia y capacitación de los supervisores se desarrolló notablemente, como consecuencia, ciertamente, del paso del tiempo y de las amargas lecciones proporcionadas por las crisis, pero también a causa de la incorporación de nuevo personal, expresamente seleccionado para estas tareas, por un lado y del desarrollo de nuevos esquemas para hacer frente a las crisis.

Por otra parte, esta es la época en la que se crean y desarrollan muchos de los esquemas actuales para hacer frente a las crisis, como los fondos de protección al ahorro, la intervención de las entidades mediante el nombramiento de delegados o la remoción de los administradores.

Paralelamente, en esta misma época se desarrollan las primeras normas de carácter realmente prudencial, como los esquemas de exigencia de capital en función del tipo de actividad y no de la cifra de acreedores o depositantes.

Pese a la clara mejora que suponía la adopción de este tipo de enfoque sobre el pasado, subsistían todavía en esta concepción una serie de cuestiones que hacían que la supervisión no fuera realmente eficiente.

Así, la gran atención prestada a la fiabilidad de la información desenfocó en gran medida su verdadero objeto, al centrarse más en la determinación de la situación actual, sobre todo en términos de cifras e importes, que en el conocimiento de la situación en cuanto a realizar un análisis de las causas y una detección de las tendencias que permitieran prever con antelación suficiente posibles crisis futuras.

En estos entornos, no era raro que se identificara una buena supervisión, tanto a nivel institucional como personal, con el descubrimiento de minusvalías o saneamientos no contabilizados, sobre todo en el ámbito de la inversión crediticia, considerando mejor la supervisión cuanto mayores fueran las cifras de los ajustes resultantes y tratando como fracasos aquellos casos en los que no se hubieran detectado desviaciones cuantitativas importantes.

Todo ello, junto a los residuos formalistas de la etapa anterior, todavía significativos, llevan a una supervisión de verificación de cumplimiento, en este caso fundamentalmente contable, con escasas o nulas potencialidades para la prevención de las crisis bancarias.

Por otra parte, no es tampoco de extrañar que la actitud de los bancos fuera poco colaboradora con el supervisor, al que veían, como un agente extraño centrado en la detección de errores y anomalías seguidas de sanciones y/o en el establecimiento de normas que dificultaban o impedían, sin necesidad a su juicio, un desarrollo eficiente del negocio, pero que no compartían realmente sus preocupaciones de gestión ni le aportaban ideas o conocimientos útiles en este sentido.

 

 

Superintendencia de Bancos de Guatemala
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